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Quizá sí, que lo haga
que sumerja mi lengua
en la laguna;
y el pez se atore en la véngala.
Porque normal ha de ser
que el deseo de corromper
aparezca no sólo en el anochecer.
Sí, lo haré
sin apelar a mi superstición
que parece más temor
que respeto al enamoramiento.
Sí, que se empañen los cielos
que el mar ya no dé sal
y que toda montaña al azar
se sumerja en oscuridad.
Ya no tendré temor
ni al credo
ni a la creación
mucho menos al amor.
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